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Los derechos humanos y políticos de las mujeres.

Una de las contradicciones más comunes que tienen lugar en relación con nosotras las mujeres y que ciertamente aun aparece durante nuestro día a día como algo que de ordinario “bota” a nuestra sensibilidad y comprensión, en pleno siglo XXI, es aquella de la consideración de nuestros derechos humanos y políticos como algo específico para nosotras dentro de un marco en el aparecemos como “algo aparte” a la sociedad y de manera tanto exclusiva como excluyente hacia nosotras o hacia los demás.

Pues podemos afirmar, la sola mención y declaración de nuestros derechos incluye una tremenda contradicción y por ello tanto nos potencian y posibilitan como ciudadanas como nos limitan y excluyen.

La historia de nuestros derechos humanos y políticos nos es conocida como un conjunto de historias de lucha, de defensa y de búsqueda de determinados espacios sociales, al principio, para después ser una ruta de confirmación y de ocupación TOTAL dentro de la sociedad bajo esquemas de igualdad y equidad; sin embargo, ahí está el peligro dentro del cual nosotras mismas nos hemos dejado caer.

Somos iguales ante la ley y sin embargo nos hemos acostumbrado a defendernos, debatir y luchar con el estandarte de la diferencia; defendemos nuestros derechos e igualdad exacerbando nuestras diferencias sustanciales y creando ¿a nuestro favor? condiciones que nos mantienen en exclusión dentro de la sociedad, la cual, por simple declaración de nuestras “diferencias” nos resulta ajena a nosotras permaneciendo en eterna lucha contra ella para integrarnos. Esto es contradictorio.

Tenemos al frente dos historias: la de la lucha por los derechos y la igualdad y la de la lucha por nuestros derechos dentro de la diferencia y como “entes” ajenos a la misma historia y sociedad. Nos hemos apartado del resto por pronunciarnos a favor de nuestros derechos. Como mujeres, es muy importante reconocer estos peligros y contradicciones para encontrar nuestro lugar dentro del esquema de las cosas y no caer en el ya muy desgastado: Trátame como igual porque soy diferente”.

¿Vemos el peligro? La historia de nuestros derechos y de nuestras libertades, dentro de lo humano y de lo político, dentro de los esquemas de igualdad y de equidad, a favor de la justicia y de la paz, es la historia de la humanidad misma en un largo camino de lucha ascendente por parte de la mayoría y de reconocimiento y contraste descendente por parte de los más privilegiados. Pero no, no es una historia ajena a nosotras y eso debemos reconocerlo como premisa. Estamos incluidas y nuestro camino específico se ha trazado en medio de esas luchas de forma paralela; de forma más visible y trascendente al paso del tiempo, pero nuestra presencia es innegable.

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Peligro y estemos atentas a las señales de alarma: Los derechos humanos y políticos de las mujeres - ¿Nuestros derechos humanos y políticos implican ser “incluidas” dentro de una humanidad de la cual ya formamos parte? - ¿La búsqueda de nuestra igualdad, de facto, ya supone un estado de cosas lleno de diferencias irreconciliables? - ¿Somos iguales para todo o sólo para esto y aquello? - ¿Buscamos reconocimiento en el plano de la equidad, pero rebasamos esa equidad a favor de nuestras diferencias?

Estamos buscando actuación y eficacia de aplicación de nuestros derechos humanos y políticos y para ello hemos exigido a lo largo del tiempo la especificación y aclaración clara y distinta de nuestra integración a los textos y edictos que comprenden nuestras leyes... pero ¿Hasta donde esta integración se ha convertido en un reconocimiento que al tiempo nos excluye y nos hace aparecer como una realidad aparte de la sociedad que, forzadamente, debe ser incluida?... y si, forzadamente incluida desde la redacción misma.

La inclusión en temas de derechos humanos y políticos para nosotras es forzada cuando:

- Resulta más que obligatoria la mención como añadidura de nosotras dentro de cualquier tema de ciudadanía y población que ya nos contempla. - Cuando las normativas se duplican más allá de cualquier término genérico y esta vez con nosotras como protagonistas. - Y cuando nuestra inclusión no se solicita de forma positiva y aglomerante sino cuando se hace de manera negativa y con rechazo a todo lo diferente a nosotras.

En general mucho por hacer acerca del particular hacia un equilibrio concreto y con ello hacia un logro de objetivos claros de verdadera inclusión sin diferenciaciones que nos aíslen de la sociedad o nos coloquen en calidad de piedras de tropiezo que deban ser sorteadas para caminar

Los derechos humanos y políticos de las mujeres son los derechos humanos y políticos de todos y en ello estamos incluidas; es menester y deber de cada una de nosotras sabernos parte del TODO y actuar con la congruencia de estar incluidas ya dentro del espíritu de las leyes sin diferencias de ninguna especie. Cuando, por necesidades históricas reforzamos nuestra existencia y nos pronunciamos en la letra y en los actos como individuos de derechos estamos validando nuestra presencia y reforzándola, pero, si de forma incongruente y forzada lo hacemos en contraste con lo general, nos excluimos a nosotras mismas y nos hacemos a nosotras mismas ajenas a la propia sociedad; no podemos pretender como meta llegar a decir: derechos humanos y de las mujeres, derechos políticos y de las mujeres, deberes ciudadanos y de las mujeres etc., por que si bien aparecemos como individuos de derechos y obligación dentro de la sociedad al mismo tiempo declaramos de manera agresiva que no somos parte de esta sociedad, que ella nos agrede y que nuestros derechos humanos y políticos son temas aparte a los del resto por formar parte de una “élite” diferente.

Igualdad e inclusión pueden contradecirse en la práctica y lo vemos cada día gracias a esto: ¿Somos parte del género humano y somos ciudadanas que somos por lo tanto iguales ante la ley?, o ¿Somos aquellas a quienes han de otorgarse los mismos derechos humanos y políticos de aquellos que SI son iguales ante la ley?... esta es nuestra tarea: la integración de una sociedad en la que seamos capaces de ser parte y no de la que robemos sus derechos por no estar incluidas. Igualdad es ser iguales al resto y en derechos y obligaciones mientras que la inclusión puede derivar, de forma negativa, a sólo ser incluidas al resto, de manera forzada y ser parte de los derechos y obligaciones que son garantía para un resto del cual no formamos parte más que por inclusión. En ello debemos pensar